El cómic, la intemporalidad de una oportunidad pedagógica

Hace mucho que el cómic dejó de ser un arte menor, una manifestación de carácter infantil, de lectores adolecentes y aficionados (con gafas estereotipadas y granos antisociales) que esperan a que una picadura de araña radioactiva le traiga superpoderes que les permitan relacionarse con los demás.

Este artículo pretende analizar las posibilidades pedagógicas del cómic. Lo hace a partir de nuestra experiencia en el IES «Loustau Valverde» de Valencia de Alcántara. Además de los trabajos y proyectos educativos llevados a cabo con los alumnos, presentamos el blog FORO CÓMICS «Viñetas de la Cortiza», en el que colaboran un grupo de profesores y amigos del llamado noveno arte.

El universo en dibujos

Sólo la gente menos atenta no se da cuenta de la influencia viva y polifacética que el arte del cómic tiene en el patrimonio cultural, material e inmaterial (término que ahora está muy de moda) de los últimos cien años.

En el universo del cómic, cuya fuerza narrativa es el dinamismo de la imagen aliado al poderío de la palabra, muchas son las referencias e iconos que podríamos mencionar. El recorrido nos llevaría desde el viejo y clásico continente europeo de Lucky Luke y Moebius, pasando por una cortante y marcial Asia de ninjas y samuráis, hasta el coloso superpoderoso norteamericano, encabezado por Supermán y el Capitán América, sin olvidar la lucidez de la ironía pueril de Mafalda, que Sudamérica exportó al resto del mundo.

¿Estaremos delante de una torre de Babel en viñetas? Quizás. A nadie le extrañaría que los bocadillos de Tintín estuvieran en el idioma de los soviets para que en Rusia la gente pueda conocer y disfrutar de la franquicia del joven periodista creado por el belga Hergé en 1929.

¿Será el lenguaje de los cómics universal? Tal vez. Hay quien los asocia a paredes cavernícolas con miles de años de arte rupestre o incluso a los jeroglíficos del Egipto antiguo, que Astérix conoció cuando visitó a Cleopatra.

Una imagen con miles de palabras

Muchas preguntas se podrán hacer al estudiar esta manifestación artística. Pero es cierto que en un contexto educativo (desde la enseñanza de idiomas, historia, lengua, plástica; o incluso de asignaturas de índole más científica, como ciencias naturales, biología, química o matemáticas) los cómics son una herramienta extremadamente útil para introducir diferentes temas de una manera lúdica, intuitiva, agradable y, así lo esperamos, interesante.

Si ­»una imagen vale más que mil palabras», ¡Imaginemos el potencial de la unión de la imagen con miles de palabras! Esta es la fuerza del noveno arte. Eso puede ser una «oportunidad pedagógica» para todos los profesionales de la enseñanza.

El mundo cambia a una velocidad increible. En la última década la tecnología hizo con que lo que nos parecía ser un argumento de una película de ciencia ficción (¡me acuerdo siempre del ordenador de pantalla táctil, manejado por Tom Cruise, en la película de Steven Spielberg «Minority Report»!) sea hoy algo real y visto por las nuevas generaciones como algo trivial, de su día a día.

Por más que nos cueste identificarnos con esta «virtual» dependencia de lo inmediato, la peor enemiga de la creatividad; tenemos que entenderla, disecarla, quitarle el potencial frustrante (peligrosísimo para mentes poco preparadas) y direccionar su potencial positivo de una manera didáctica y pedagógica. Darwin nos explica a través de un punto de vista cartesiano, lo que la sabiduría popular sabe desde siempre intuitivamente: adaptarse o morir. Es una expresión fuerte, no lo niego, pero real e inherente a la existencia humana, luego esencial en nuestra labor docente.

Los cómics no son algo nuevo, ya son utilizados en contexto pedagógico desde hace muchos años. Obviamente, no son la panacea para introducir materias nuevas, pero tienen una cierta intemporalidad y adaptabilidad, que los mantiene muy actualizados, haciendo con que sean excelentes herramientas para nuestro «arsenal» de métodos y técnicas para clase. Y, desde mi punto de vista, un «arma de curiosidad masiva» que espero que explote en cualquier momento y que nos contamine…

Proyectos, tareas, autores…

¿Cómo lo podemos hacer? ¿Cómo utilizar este medio de expresión en nuestras aulas? Sinceramente, no lo sé. En circunstancias normales del proceso de enseñanza/aprendizaje, la figura del docente será siempre el referente de conocimiento (por más teorías que existan y por más humilde que sea el carácter del profesor) y necesita estar atento a la realidad de su entorno.

En el caso de nuestro instituto, puedo apenas compartir experiencia sobre este tema tan interesante al cual mi centro, y yo, dedicamos bastante atención durante los cursos. Lo hacemos a través de proyectos, actividades (un «cuentacuentos» con un tebeo en directo) y otro tipo de iniciativas, como las charlas de autores de la talla de Fermin Solís, Gol o Pedro Camello, la colaboración activa con la asociación Extrebeo, presentaciones de cómics («Cruz Negra» de Gol y Pedro Camello) o de fanzines como fue el caso de «Harto!». También no puedo dejar de mencionar nuestra excursión al Festival Internacional de Cómics de Amadora, en Portugal.

Si sabemos cuales son los intereses de nuestro alumnado (incluso puede que no nos guste, personalmente odio a la saga «Twilight»), si nos acercamos a la manera como ven el mundo (y, muy importante, como son vistos por el mundo), seremos más efectivos y, consecuentemente, comunicaremos mejor lo que las necesidades educativas y la programación nos impone.

Nos cabe seleccionar los contenidos más adecuados y oportunos, en el caso específico de los cómics hay desde novelas gráficas, revistas especializadas («Metal Hurlant», «Mad», «El Jueves», etc.), periódicos, o incluso, un arte cercano a los tebeos, los cartoons.

Mortadelo y el capitán Trueno en la biblioteca

Una buena sección de cómics en la biblioteca es una gran ayuda al estímulo de la lectura y una buena fuente de material didáctico. Afortunadamente, nuestro centro tiene una excelente sección dedicada a los tebeos, aportando al alumnado obras populares y típicas de la realidad histórico cultural española («Mortadelo Y Filemón», «Capitán Trueno» u obras de Carlos Giménez), donde no faltan obras maestras como «Maus», «El Caballero de la Tinieblas», «300» o los populares «Star Wars» o «Spiderman».

Además de esto, hay que usar la imaginación, buscarnos la vida, apañarnos, improvisar y, «voilá», formarnos. No falta formación, o mejor, información, pero buscarla cuesta, ni todos los días tenemos paciencia y disponibilidad. Somos humanos, tenemos emociones, vidas fuera del trabajo, pero también eso nos ayuda a tener la sensibilidad necesaria para saber que hace falta que nos adaptemos al contexto.

 

Al hacer un planteamiento didáctico del material debemos tener en cuenta que, por ejemplo, un personaje como Ásterix puede ser muy útil para hablar del antiguo Egipto en la ESO, mientras que usar a Corto Maltese sería una pérdida de tiempo, por el tipo de lenguaje poético y estilizado de su autor Hugo Pratt. Sin embargo, el personaje del marino errante y filosófico podrá ser una excelente oportunidad pedagógica para introducir conceptos de estructuras de la narrativa o figuras de estilo, algo más adecuado a 4º de la ESO o Bachillerato. En fin, La Palice y yo tenemos mucho en común.

Información para superhéroes pedagógicos

Hay mucha información sobre el tema. Recomiendo las obras «Veinte años de cómics» (Vicens Vives), la «Historia Social del Cómic» de Terenci Moix o la recopilación de los trabajos del proyecto Comenius de 2004 (en la cual tuve la suerte de participar), «El Cómic como Recurso Educativo» publicado por la Junta de Extremadura. A través de estas obras es posible entender mejor el fenómeno en cuestión y encontrar algunas técnicas que pueden ser útiles para la preparación de nuestras clases.

Por último, hay que intentar hacerlo con placer. Esta perspectiva hedonista, en una profesión de desgate emocional como la nuestra, se ve frustrada innumerables veces, pero tiene un lado positivo, una chispa de optimismo que nos hace pensar que, a pesar de poco, algo (que puede ser mucho en un futuro próximo o lejano) queda. Al docente queda el consuelo que un poquito de síndrome de Peter Pan (¡clínicamente diagnosticado!)