Educar en el siglo XXI

 

(Artículo creado a partir del REA “Orientaciones metodológicas para el diseño de experiencias de aprendizaje”)


La incertidumbre

El físico alemán Werner Heisenberg introdujo en 1927 el Principio de Incertidumbre en la mecánica cuántica, una teoría que revolucionó nuestra comprensión del mundo subatómico en el siglo XX. Este principio sostiene que es imposible conocer con precisión simultáneamente la posición y la velocidad de una partícula subatómica. 

A medida que avanzamos en el tiempo y exploramos las complejidades del siglo XXI, encontramos que el concepto de incertidumbre no se limita a la física cuántica. Vivimos en una época caracterizada por una incertidumbre creciente en muchas áreas de la vida, desde la economía a la política pasando por la salud global y por supuesto por la educación. 

Esta noción de incertidumbre de Heisenberg puede proporcionar un marco conceptual interesante para comprender y abordar los desafíos contemporáneos que surgen de un mundo cada vez más impredecible e interconectado y así vemos cómo se han ido acuñando términos que hacen referencia a lo anterior como:

  • VUCA. Concepto del siglo XX, de a finales de los ochenta a partir de la Guerra Fría  Es un acrónimo utilizado para describir o reflejar la Volatilidad, incertidumbre (Uncertainty en inglés), Complejidad y Ambigüedad de condiciones y situaciones.
  • BANI. Concepto más emergente y por lo tanto más actual. También acrónimo de frágil (Brittle en inglés), Ansioso, No lineal e Incomprensible que hace referencia a estos tiempos líquidos que diría Bauman.

 

En el ámbito educativo estamos inmersos en una sociedad cambiante y líquida y por supuesto no estamos ajenos a esos tiempos frágiles y complejos, pero no debemos desfallecer.


Una senda a seguir

Desde organizaciones internacionales y ante estos tiempos caracterizados por la indeterminación se intenta dar soluciones que sirvan de faro en las procelosas aguas en las que día tras día navegan los docentes en su importante tarea de educar y enseñar al alumnado.

La UNESCO publicó en 1999, “Los siete saberes de la educación” escrito por el filósofo y sociólogo francés Edgar Morin donde se presenta una reflexión sobre los desafíos de la educación en un mundo en constante cambio. El informe destaca siete saberes fundamentales que se consideran esenciales para la educación del futuro:

  1. Las cegueras del conocimiento: Este saber se refiere a la necesidad de comprender que el conocimiento está fragmentado y que es necesario abordar la complejidad y las interconexiones entre las disciplinas.
  2. Los principios del conocimiento pertinente: Se trata de enseñar a los estudiantes a identificar la pertinencia del conocimiento en contextos específicos y a aplicarlo de manera efectiva.
  3. La ética del género humano: Aborda la importancia de la ética en la educación y cómo se deben enseñar valores éticos para promover una convivencia armoniosa.
  4. La conciencia terrestre: Destaca la importancia de comprender y preservar el entorno natural y la necesidad de una educación que fomente la sostenibilidad.
  5. La reforma del pensamiento: Propone la necesidad de una reforma en la forma en que pensamos y enseñamos, promoviendo la capacidad de pensamiento crítico y reflexivo.
  6. La comprensión de la complejidad: Aboga por la enseñanza de la complejidad, la incertidumbre y las interconexiones en lugar de reducir la educación a una visión simplista y fragmentada.
  7. La ética del género humano: Este saber se centra en la importancia de la educación en valores, la solidaridad y la construcción de una ciudadanía global.

Estos siete saberes proporcionan una guía para repensar la educación en un mundo cada vez más interdependiente y complejo, y se han convertido en una referencia importante en el campo de la educación y la pedagogía.

Otro informe, «Reimaginar juntos nuestros futuros: un nuevo contrato social para la educación» (2022) de la UNESCO junto a la Comisión Europea  propone un nuevo contrato social para la educación que responda a los desafíos del siglo XXI. Este nuevo contrato social debe basarse en los siguientes principios:

  • Educación inclusiva y equitativa: todos los niños, jóvenes y adultos tienen derecho a una educación de calidad, independientemente de su origen, género, condición socioeconómica o discapacidad.
  • Educación transformadora: la educación debe preparar a los estudiantes para los desafíos del futuro, desarrollando sus habilidades cognitivas, socioemocionales y cívicas.
  • Educación sostenible: la educación debe promover el desarrollo sostenible, protegiendo el medio ambiente y contribuyendo a una sociedad más justa.

Para alcanzar estos objetivos, el informe propone una serie de medidas, entre las que se incluyen:

  • Invertir en educación: los gobiernos deben aumentar la inversión en educación para garantizar que todos los niños y jóvenes tengan acceso a una educación de calidad.
  • Reformar los sistemas educativos: los sistemas educativos deben ser más inclusivos, equitativos y transformadores.
  • Empoderar a los docentes: los docentes son los agentes clave del cambio educativo. Es necesario apoyarlos y empoderarlos para que puedan desarrollar su potencial.
  • Colaborar con los actores sociales: la educación es un asunto de todos. Es necesario colaborar con las familias, las empresas, las organizaciones de la sociedad civil y otros actores sociales para construir un nuevo contrato social para la educación.

El informe concluye que la educación es el motor del cambio social. Un nuevo contrato social para la educación puede ayudar a crear un futuro más justo, equitativo y sostenible para todos.


Tres claves para la reflexión

Según lo anterior, vista la incertidumbre en el ámbito educativo y algunas propuestas de organizaciones democráticas y de gran peso en la sociedad actual, dejamos en este artículo 3 claves para la reflexión que marcan de forma clara un camino a seguir:

 

 

Clave 1: Los retos del siglo XXI.

Los grandes desafíos del siglo XXI a los que se enfrentan los alumnos y alumnas actuales. Según Coll y Martín, entre esos retos están:

  • Compromiso ante situaciones de inequidad y exclusión
  • Resolución pacífica de conflictos
  • Aceptación y regulación de la incertidumbre
  • Aprovechamiento crítico, ético y responsable de la cultura digital
  • Valoración de la diversidad personal y cultural
  • Compromiso ciudadano en el ámbito local y global
  • Confianza en el conocimiento como motor de desarrollo
  • Vida saludable
  • Respeto al medio ambiente
  • Consumo responsable

Se trata de que, al término de la Educación Básica, el alumnado pueda afrontarlos con la mejor de las garantías.

 

Clave 2: Los objetivos de desarrollo sostenible.

En 2015, la ONU aprobó la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible, una oportunidad para que los países y sus sociedades emprendan un nuevo camino con el que mejorar la vida de todos, sin dejar a nadie atrás. La Agenda cuenta con 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, que incluyen desde la eliminación de la pobreza hasta el combate al cambio climático, la educación, la igualdad de la mujer, la defensa del medio ambiente o el diseño de nuestras ciudades. (Objetivos de Desarrollo Sostenible, ONU).

El compromiso con los ODS también implica a la educación. De hecho, es clave que los asumamos y los integremos en la acción docente, pues de su apropiación por parte del alumnado, y de la sociedad en general, dependerá poder responder a los retos anteriormente mencionados.

 

Clave 3: Un consenso sobre las competencias

Aunque hablamos de las competencias desde hace mucho tiempo y están presentes en las leyes educativas desde el año 2006 (LOE), es un hecho que su desarrollo e implantación está siendo desigual después de más de tres lustros. La docencia se ha apropiado del término pero no tanto de sus implicaciones que tienen que ver con el qué, el cómo y para qué se enseña. Además su implementación requiere de un cambio cultural respecto al rol docente. El objeto de nuestra labor debe pasar de centrarse en la enseñanza para poner el foco en el aprendizaje del alumnado, lo que exige un cambio de mirada respecto a qué, cómo, quién y para qué evaluamos. 

Son muchos frentes los que este cambio abre y deben afrontarse desde la formación, la acción y la reflexión.
Hay reticencias en un sector de los docentes sobre este enfoque y eso se refleja en prácticas que continúan poniendo el eje en el contenido, el docente como centro de la enseñanza y el uso de la evaluación sumativa como vía para la calificación. Sin embargo, el desarrollo de competencias sigue siendo el objetivo de los estados y de las organizaciones internacionales. Así, en la Recomendación del Consejo de la Unión Europea del 22 de mayo de 2018, se recogen las 8 competencias clave para el aprendizaje permanente. Este documento, al que se han adherido los estados de la Unión, supone un compromiso que nos convoca a los docentes europeos para conseguir que los futuros ciudadanos, al terminar su formación básica, dispongan de los conocimientos, estrategias y actitudes que les capaciten para seguir aprendiendo a lo largo de la vida.