¿Y si los alumnos evaluaran a los profesores?

Los alumnos son quienes más información tienen acerca de la dinámica de un aula y del trabajo de un profesor. Cualquier estudiante, consciente o inconscientemente, somete a su profesor a una evaluación diaria. Pero ¿Qué ocurriría si los alumnos pudiesen evaluar realmente a sus profesores?  Las primeras respuestas a esta pregunta, basadas en experiencias e investigaciones, provienen de Estados Unidos.

Las tendencia actual en la educación norteamericana apunta a que los alumnos valoren y califiquen la labor de sus profesores y que esta valoraciónn incida en la carrera profesional docente. Hablamos en este caso de una evaluación llevada a cabo por alumnos de todos los niveles educativos obligatorios. Estas experiencias y los últimos estudios coinciden en una frase que puede ser polémica: “Los estudiantes son los mejor preparados para evaluar a los profesores”.

Un grupo de alumnos de infantil ocupa sus mesas  a las nueve de la mañana. Los chicos sacan sus lápices y responden con un “sí” o un “no” a las preguntas de un cuestionario. La escena, que ocurre en un colegio de Washington, no tendría nada de especial sino fuera por el enunciado de las preguntas. Estos son algunas de las cuestiones a las que los estudiantes se están enfrentando en esa mañana: “Esta clase es un buen lugar para estudiar” o “Algunos chicos aprenden las cosas más deprisa que yo”. Y la última “Me gustan las cosas que aprendemos en clase”.

 

Educación... Imagen de Asamblea de ... en Flikcr.Licencia Creative Commons by nc sa

Dos meses después, la maestra de ese grupo (que no estuvo presente en el test) recibe por correo electrónico toda la información de los resultados. La consulta de la documentación le permite contrastar su visión con las impresiones de los alumnos. Comprueba así que, como ella pensaba, los niños consideran que el clima de la clase es muy bueno. Al mismo tiempo, se ve sorprendida porque casi todos los chicos coinciden en que a veces se pierde mucho el tiempo.

También los alumnos

Las  dos secuencias que inician este artículo resumen el desarrollo de un proyecto por el que los alumnos de preescolar evalúan sus clases y el trabajo de sus profesores. Frente a lo que podría pensarse, los análisis de estos niños de entre tres y cinco años son de lo más certeros y han sorprendido a los profesores implicados. Es solo un ejemplo, pero ilustra muy claramente la nueva tendencia que se está imponiendo en las políticas educativas de Estados Unidos. Cada vez más, los alumnos son llamados a participar en la evaluación del desempeño profesional de sus profesores.

Como es sabido, en Estados Unidos los profesores son evaluados periódicamente y el resultado de estas evaluaciones incide en la remuneración e incluso en la continuidad del docente en el puesto de trabajo. Hasta ahora, la evaluación partía de las valoraciones hechas por el director del centro y a veces las aportaciones de agencias externas. Los alumnos, testigos y protagonistas de lo que ocurren en el aula diariamente, no eran tenidos en cuenta en ningún momento.

Esta realidad está cambiando a gran velocidad. En todo el país, centros y administraciones educativas establecen protocolos para recoger la valoración de los estudiantes y sobre todo, hacer que esta valoración tenga resultados en los métodos de aprendizaje.

Evaluaciones del alumnado con resultados para los profesores

Hace apenas una década, los trabajos de algunos expertos provocaron la irrupción del alumno con agente evaluador. Una de las primeras investigaciones fue la del profesor Ronald Ferguson, de la Universidad de Harvard. El profesor Ferguson solo pudo descubrir las causas del fracaso escolar en una escuela de Cleveland cuando recurrió a cuestionarios respondidos por los alumnos… La senda del trabajo de Ferguson fue seguida por investigadores como Thomas Kane, que analizó la calidad de las medidas escolares en más de siete mil escuelas de todo el país. Como parte de análisis incluyó la información aportada por cerca de doscientos mil cuestionarios de estudiantes que evaluaron a sus profesores y sus procesos de enseñanza-aprendizaje.

Entrega el gobernador… Imagen de gobsinaloa en Flickr. Licencia Creative Commons by nc sa

Los resultados mostraron algo que, visto con objetividad, es un planteamiento totalmente lógico: nadie puede evaluar a un profesor mejor que sus estudiantes. La comprobación de este hecho y la rica y sorprendente información que los alumnos proporcionaron en sus cuestionarios llevó a que centros y administraciones educativas los adoptaran e incluyeran en sus procesos de evaluación de los profesores. Hasta hace poco tiempo, los resultados tenían en la mayoría de los casos un carácter informativo y se enviaban a los propios profesores. Sin embargo, el último año ha visto como en varios estados de la Unión se daba un paso más: los análisis del alumnado tienen o van a tener un peso dentro de la evaluación anual de los profesores.

Citemos dos ejemplos. Ya el curso pasado el estado de Washington ha puesto a disposición de todos las escuelas modelos de tests para los alumnos. Un paso más allá ido la administración educativa en la ciudad de Memphis. En esta localidad, la recogida de información elaborada por los alumnos a través de cuestionarios es ya obligatoria para todos los centros y docentes. Y lo que es más importante,  los resultados de la evaluación de los alumnos incidirán (en un porcentaje del 5ª%) en la nota final de la evaluación anual del desempeño profesional de los profesores.

La evaluación más fiable

Un planteamiento de este tipo puede hacer surgir dudas inevitables. Muchos ciudadanos, docentes o no, pueden pensar que los alumnos no están preparados. Existe el temor de  que o no contesten a los cuestionarios con seriedad o se dejen llevar por sus propios intereses y sensaciones. Dicho de otro modo, los estudiantes calificarán siempre negativamente a los profesores más duros y exigentes y tenderán a evaluar a un profesor en función de sus simpatías personales.

El instituto Elaios… Imagen de Gobierno de Aragón en Flickr. Licencia Creative Commons by nc sa

Las experiencias llevadas a cabo hasta ahora demuestran lo contrario. Parece que las evaluaciones de los alumnos acerca de su aprendizaje son una fuente de información muy fiable. Un ejemplo es el ya citado trabajo del profesor de Harvard Thomas Kane. Como se ha comentado previamente; su estudio, destinado a conocer las medidas educativas más eficaces, incluyó las evaluaciones de más de doscientos mil alumnos de siete ciudades de Estados Unidos. Las conclusiones fueron muy sorprendentes. El porcentaje de aquellos estudiantes que no hacían los tests con seriedad o se dejaban llevar por sus actitudes personales hacia los profesores era mínimo y era compensado por la calidad de la información del grupo.

El profesor Kane señala que la calidad de la información aportada por los alumnos acerca de los profesores era muy superior a la de los directores de los centros educativos. Y recuerda que un director es una sola persona (que también puede tener simpatías y antipatías) y que no tiene nadie para contrastar su opinión. En otras palabras, las evaluaciones de los alumnos son mucho más fiables porque son el resultado de las opiniones de un grupo amplio. Podríamos decir que en este caso, el concepto de inteligencia colectiva se aplica a lo que podríamos llamar “evaluación colectiva”.

No es un concurso de popularidad

Obviamente, las preguntas que se plantean a los alumnos en estos cuestionarios no son del tipo “¿Te gusta tu profesor?” o “¿Tu profesor es simpático”. El objetivo no es una valoración personal sino que los alumnos analicen lo que ocurre en su aula todos los días. Estos serían algunos ejemplos de las preguntas que se hacen en este tipo de estudios:

  • Los alumnos de esta clase tratan al profesor con respeto.
  • Mis compañeros se comportan como al profesor le gusta.
  • En nuestra clase, el tiempo está siempre ocupado.
  • En esta clase, aprendemos mucho casi todos los días.
  • En nuestra clase, aprendemos a corregir nuestros fallos.
  • Mi profesor nunca deja que nos rindamos ante las tareas más difíciles.

Volta às aulas. Imagen de Fotos Gov/Ba en Flickr. Licencia Creative Commons by nc sa

Preguntas, preguntas, preguntas

Los resultados de las últimas investigaciones parecen demostrar que es cada vez más necesario incorporar las opiniones de los alumnos como fuente para analizar y mejorar los procesos de enseñanza. No se trata de lanzarse de repente a un proceso de encuestas y cuestionarios que sobrecarguen de trabajo a todos y supongan una presión extraordinaria para el profesorado. Sin embargo, podemos reflexionar sobre como incorporar la visión del alumnado a la mejora de la práctica docente. Para ayudar a esa reflexión, dejamos aquí algunas preguntas abiertas que podríamos hacernos todos, aunque solo fuera para trabajar cada vez mejor:

  • ¿Qué responderían nuestros estudiantes si les planteáramos preguntas como las que aparecen aquí?
  • ¿Qué otras preguntas nos gustaría plantearles?
  • ¿Qué consecuencias tienen las opiniones de los alumnos en nuestro trabajo como docentes?

Escenas como la clase de preescolar que inicia este artículo son comunes en muchas aulas españolas. Sin embargo, son siempre los maestros y profesores los que, por su propia iniciativa, deciden buscar la retroalimentación por parte de sus alumnos.  Quizá sea llegado el momento de dar un paso más y sistematizar este proceso de recogida de información. En definitiva ¿Puede haber una herramienta mejor para promover la mejora educativa que la información acumulada por un estudiante durante más de nueve meses al año?

Este artículo es una reseña del reportaje «São eles que os vêem todos os dias. Podem avaliá-los?» publicado en «2. Revista do diário Público» (Traducción y adaptación del texto original de Amanda Ripley).  Domingo 14 de octubre de 2012.