Competencias, ahora más que nunca

 

La dinámica de resolver lo inmediato en el aula, de abordar cómo gestionar el día a día docente, la burocracia y un sinfín de tareas más absorben el devenir diario de nuestra práctica docente…. Pero hay preguntas que son prescriptivas en la vida laboral de un buen profesional de la enseñanza y que, antes o después, deben ocupar espacio en nuestras reflexiones, siendo preguntas ineludibles por el alcance profundo de las respuestas, dirigiendo nuestro trabajo hacia un fin u otro. Esta idea, ya de por sí, se nos arroja lo suficientemente interesante como para desarrollar un artículo completo, pero, en el caso que nos ocupa, nos vamos a centrar solo en una de esas preguntas fundamentales:

¿Cómo es el alumnado que queremos formar en nuestras aulas? Es decir, ¿cuáles serían los atributos de un alumno o alumna ideal al término de la etapa educativa en la que trabajamos, después de “pasar por nuestras manos”? O, formulado de otra manera, ¿qué “proyecto” de persona queremos ayudar a “construir”? De lo cual se infiere otra pregunta: ¿qué sociedad soñamos?

 

Alumnos

 

Si detenemos la lectura e intentamos pensar en cuál sería nuestra respuesta, posiblemente estemos de acuerdo en que este alumno o alumna, con variaciones según la etapa educativa, sería capaz de comprender información oral, visual y escrita; de expresarse de forma adecuada, plástica, oralmente y por escrito; sería crítico con las fuentes de información y extraería sus propias conclusiones; desarrollaría la iniciativa personal como un hábito, poseyendo en consecuencia buenas perspectivas de éxito y confianza en sí mismo; aplicaría el pensamiento creativo para resolver problemas de cualquier tipo, más allá del ámbito matemático y científico; cooperaría con los demás para conseguir metas compartidas; poseería estrategias personales y eficaces de aprendizaje; alimentaría la curiosidad por aprender y por el mundo en general, siendo sensible a los grandes problemas de nuestro tiempo y proponiendo soluciones; sería capaz de comprender y canalizar sus propios sentimientos de forma constructiva…

Y así, la lista se puede adornar hasta el infinito pero posiblemente haya una base común en la que el grueso del profesorado esté de acuerdo. Posiblemente, muchos de estos atributos de nuestro alumno o alumna ideal pueden incluirse dentro del concepto “competencia”.

 

Las competencias, ¿realmente las conocemos?

Se ha escrito y hablado ya tanto de competencias, con definiciones, aclaraciones y debates a favor y en contra, que parece difícil aportar nada nuevo, no siendo este el objetivo de nuestro artículo puesto que, ciertamente, todo está escrito ya. La pregunta es, ¿verdaderamente las conocemos?

El término competencia es conocido unánimemente en el ámbito educativo y en la Red es fácil hallar infografías con un resumen visual de las competencias clave formuladas en la Ley Orgánica de Educación del 2007, aún vigente. En todos los cambios aplicados sobre este texto legal se ha mantenido o incluso acentuado la importancia de las competencias clave como referencia curricular (la Ley Orgánica 8/2013, de 9 de diciembre, para la mejora de la calidad educativa, LOMCE, y la actual Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre). Esta difusión y uso del término, con las consecuentes simplificaciones visuales de cada competencia, son un primer paso pero no facilitan una reflexión sobre las mismas y su potencial en el ámbito educativo.

Si tenemos claras las competencias que son importantes en el alumnado (bien marcadas en el marco legislativo vigente o bien formuladas de una manera más personal), la pregunta es ¿cuánto tiempo dedicamos EN el aula a trabajar su desarrollo?, ¿ofrecemos al alumnado la oportunidad de regular su aprendizaje, incitando la reflexión cotidiana sobre el mismo, sistemática y planificada?, ¿realizamos tareas que ayudan al alumnado a expresar su creatividad más allá de las materias artísticas?, ¿realmente dedicamos tiempo a la crítica de fuentes de información?, ¿y la expresión oral, se trabaja habitualmente en el aula por parte de todas las materias?… y así podemos continuar formulando preguntas que revisen nuestro modelo de enseñanza-aprendizaje a la luz de las competencias.

 

 

En estos momentos de crisis e incertidumbre, de diversos escenarios educativos, no está de más remitirse a las fuentes originales donde se brindó un marco conceptual para que los diversos estados miembros de la UE especificaran sus competencias, conforme a su contexto. Es cierto que remitirse a los documentos originales requiere tiempo y el día a día del docente español es ya de por sí bastante complejo pero, como casi todo lo que merece la pena, la reflexión educativa, inevitablemente, necesita tiempo.

El informe DeSeCo (Definición y Selección de Competencias 2003) o la Orden ECD/65/2015, de 21 de enero, por la que se describen las relaciones entre las competencias, los contenidos y los criterios de evaluación de la educación primaria, la educación secundaria obligatoria y el bachillerato, son textos mucho más citados que leídos y “dialogados” con nuestros compañeros.

DeSeCo, que tiene la friolera de casi 20 años, no es en absoluto un texto añejo sino un documento de actualidad: en él se justifica la incorporación de las competencias a los sistemas educativos para enfrentar las incertidumbres de un mundo cada vez más interconectado, pero a la vez cambiante, con el peligro de la ruptura de la cohesión social por las disparidades económicas y la pérdida de referentes tradicionales. Y a lo largo del texto se repiten términos tan interesantes como “desarrollo sostenible”, “sostenibilidad ambiental”, “pensamiento crítico”, “valores democráticos”, ”equidad” o “cohesión social”. En el texto no se predica en contra del conocimiento sino que se integra este en el concepto de competencia, que “lo sobrepasa, involucrando destrezas prácticas y cognitivas, habilidades creativas y otros recursos psicosociales como actitudes, motivación y valores” (pág. 7).

La lectura del boceto de competencias de DeSeCo y su posterior concreción en la Orden ECD/65/2015 nos puede ayudar a conocer las fuertes conexiones, a veces ignoradas, entre aspectos claves de varias competencias que esas infografías tan útiles y necesarias, inevitablemente, simplifican en exceso.

En primer lugar, las competencias no son ámbitos cerrados e independientes. Se relacionan y complementan. Por ejemplo, hay una importante relación entre la competencia lingüística y la digital, aludiendo ambas a la importancia del acceso crítico a las fuentes de información, el diálogo efectivo con los otros o la organización de la información. De la misma manera, hay vínculos entre la competencia digital y las competencias sociales y cívicas por el peso de la interacción con grupos heterogéneos, la cooperación y la importancia de la empatía. La cooperación, por avanzar en otro ejemplo, ocupa un puesto destacado no solo en estas competencias sino también en la iniciativa y espíritu emprendedor donde destaca la autonomía, que también está presente en aprender a aprender… y así podemos continuar descubriendo ricos matices.

En segundo lugar, la Orden ECD/65/2015 tampoco niega el peso e importancia de los contenidos, rezando el texto en su preámbulo (pág.2)  “el conocimiento competencial integra un conocimiento de base conceptual: conceptos, principios, teorías, datos y hechos (conocimiento declarativo-saber decir); un conocimiento relativo a las destrezas, referidas tanto a la acción física observable como a la acción mental (conocimiento procedimental-saber hacer); y un tercer componente que tiene una gran influencia social y cultural, y que implica un conjunto de actitudes y de valores (saber ser)”. Este texto da un paso más allá y dedica un interesante anexo, el número II, a las orientaciones para facilitar el desarrollo de estrategias metodológicas que permitan trabajar por competencias en el aula, apareciendo conceptos como “tareas integradas”, “situaciones-problema”, “estructuras de aprendizaje cooperativo” o el “trabajo por proyectos”, entre otros términos.

 

Las competencias, clave del trabajo EN el aula

Pero volviendo a la pregunta inicial, cuáles son las características de un alumno o alumna ideal, ¿no deberíamos orientar hacia esa meta nuestros esfuerzos en el aula? En este sentido la práctica de la clase magistral, bien ejecutada, se ha demostrado muy eficaz para comprender y aprender los contenidos, así como el desarrollo de ciertas destrezas específicas, pero, ¿verdaderamente es útil para el desarrollo de otros aspectos como la creatividad, la empatía, la reflexión sobre el propio aprendizaje o la negociación? La respuesta es NO.

Si en nuestra clase solo explicamos y el alumnado solo replica lo aprendido en un examen, no necesariamente exento de enjundia y reflexión, nuestros pupilos van a aprender mucho sobre la Revolución francesa y van a mejorar su capacidad de expresión y relación. Pero si solo trabajamos así, aquel alumnado que coopere con los demás, que sea creativo o que planifique adecuadamente los pasos para la consecución de una meta…  Será así porque así ha llegado a nuestra aula, no ofreciéndoles nosotros ninguna oportunidad para crecer en este sentido. Y es una pena porque estamos convencidos de que una persona cooperativa, creativa y organizada aportará más a la sociedad, y a sí mismo, que otra que no lo es. Entonces, trabajemos en ello.

El quid de la cuestión es que los alumnos y alumnas tengan la oportunidad de desarrollar las competencias clave EN nuestras aulas, gracias al trabajo que en ellas se realiza, más allá del aprendizaje de los contenidos que efectivamente son también importantes.

¿Cómo combinar conceptos y competencias en nuestra práctica de aula? Hay que ver más allá de este “falso debate educativo” pues los contenidos están integrados en las competencias y son un elemento clave del currículo, y abrir nuestras prácticas cotidianas a tareas integradas, proyectos y un repertorio de estrategias más variadas. Se trata simplemente de sumar, no de restar, y equilibrar los tiempos.

 

Dar la oportunidad al alumnado de ser competente

El primer paso es pararse a reflexionar y ser conscientes de qué es lo que queremos para nuestro alumnado. Posiblemente, los grandes pedagogos y maestros “siempre han trabajado por competencias” y nosotros ahora, subidos en hombros de gigantes, tenemos la ayuda de textos tan interesantes como los que hemos citado anteriormente.

Si tomamos conciencia de nuestra meta, si somos conocedores de las competencias y su riqueza, nuestra actuación en el aula será intencional y por lo tanto más efectiva. En consecuencia, las tareas y espacios para el desarrollo de las competencias han de incorporarse en la práctica del aula de manera sistemática, planificada y continua, no anecdótica.

Es decir, si verdaderamente la práctica de la negociación y el desarrollo de la empatía es fundamental, no podemos abandonar al alumnado a su suerte, confiando en que lo adquirirán solo con las interacciones en el patio de la escuela sin supervisión ninguna.

Para ayudarnos a alcanzar nuestros objetivos tenemos un repertorio de enfoques metodológicos y estrategias concretas que pueden ser válidas, escogiendo conforme a nuestra formación, estilo docente, características del contexto y, por supuesto, la meta propuesta, subrayando tal vez….  si es que debemos destacar alguna sobre las demás,  la importancia del trabajo cooperativo. Pero, más allá de una estrategia concreta, el alumnado debe:

  • CREAR sus propias producciones para no solo reproducir o replicar el modelo que ofrece el docente.
  • COLABORAR con sus iguales para aprender a relacionarse y aprender relacionándose.
  • REFLEXIONAR en el día a día sobre lo que conoce y lo que no, sobre sus estrategias de aprendizaje, sobre sus avances y sus problemas, así como formular cómo superar las dificultades.

La infografía Productos de Cedec se basa en la traducción de Ana Basterra Cossío sobre el material “Project Based Learning (PBL)” editado por John Larmer y publicado por del Buck Institute for Education. La infografía propuesta amplía el repertorio de ideas para llevar a cabo en el aula: Son productos complejos que necesariamente movilizan recursos cognitivos muy diversos en el alumnado, además de conocimientos concretos, siendo adecuados para el trabajo por competencias:

Productos

 

 Ejemplos del trabajo por competencias en el aula

Numerosos profesores y profesoras que están trabajando a pie de aula se dirigen a la web de Cedec.intef.es para compartir sus experiencias de aplicación de recursos educativos abiertos del Proyecto EDIA. Se trata de proyectos competenciales que nos pueden servir como modelo.